Zize no va al mundial. Fractura de tibia y peroné por segunda vez y en una jugada que no tiene peligro alguno para un media-punta sobrenutrido del primer mundo. La bota se queda enganchada en la hierba y clack¡¡¡ Quizá a este jugador, de origen africano, la mala nutrición de su infancia le endilgó unos huesos débiles o algún malestar oculto. No hay como saberlo. En África todos quieren ser como el fracturado, mientras en Europa las barras bravas imitan a los gorilas cuando un jugador negro salta al campo. Son las paradojas de un espectáculo millonario (apuestas, turismo sexual, comunicaciones, tráfico de personas: jugadores y técnicos, farmacéutica de todas las clases … etc). En el tinglado de los nuevos gladiadores no existe el trauma de la guerra o el hambre, ni la tradición de xenofobia y odio, por eso limpiaron las calles alemanas de neo-nazis con sus enrojecidas pieles y sus papadas llenas de cerveza caliente, espesa como una sopa. Los estadios han sido inmunizados contra el recuerdo de los contratiempos eventuales del planeta. Nos gusta tanto ver jugar a pueblos masacrados, marginados o simplemente olvidados contra los otros, tan ‘inocentes‘. Europa organiza sus mundiales para repetir la rentabilidad de las ligas locales que escenifican, en cada jornada, el teatro de sus ásperas virtudes.
